Al salir del metro Benjamin miró al cielo y suspiró profundamente. Era su primer día de trabajo en una nueva empresa y aunque ya estaba acostumbrado a los cambios, siempre resultaba algo incómodo llegar a un sitio nuevo. Lo de Benjamin no era la informática, la programación en sí, a él le iba más el diseño de videojuegos y temas relacionados con diseño gráfico. Pero por circustancias de la vida había acabado programando. Recordad aquello de “si eres bueno en algo te pondrán a hacerlo a destajo, explotado y sin rechistar. Si eres mediocre y no sabes nada te pondrán de jefecillo a dirigir y controlar”. Es un dogma del mundo TIC y en general del mundo laboral. Quizás el problema esté ahí, si sabes programar te meten sin tener en cuenta si tu perfil, títulos académicos, expectativas y experiencias, coinciden realmente con las del puesto solicitado. (También hay que vivir de algo y la gente acaba tragando y trabajando de lo que sea).
Esto sucede mucho dentro del mundo de las TIC. Puedes encontrar programadores, que no son informáticos al uso. Pueden ser diseñadores gráficos que aprendieron algún lenguaje, ingenieros de telecomunicaciones o electrónica con dotes para la programación, y en casos extremos hasta biólogos, geólogos, matemáticos y demás que acaban convertidos a informáticos porque se les da bien programar (y no digo que no lo hagan igual de bien o mejor que los informáticos al uso). La verdad que subyace detrás de todo ésto, es que a las cárnicas les da absolutamente igual tu carrera, tus estudios, tu máster y todos los cursos que hayas completado. Ellos quieren un trozo de carne en un asiento, un número, una cifra y facturar por él lo máximo posible. A destajo, “dinero fácil” como diria Jhon Connor. En esa ecuación sólo importa el dinero. Tú sólo eres “merde”.
Benjamin ya sabía cómo funcionaba el mundo de las TIC. Cuando entró en las oficinas preguntó por su futuro jefe de proyecto, un tal Fer.
La chica de recepción le acompañó hasta el sitio de Fer. Toda la oficina le miró y pensó lo mismo “ya viene el chico nuevo…no sabe bien en el marrón que se va a meter”. Fer por su parte parecía alegre, le apretó la mano y condujo a su nuevo puesto de trabajo, no sin antes presentarlo a todos los compañeros del proyecto.
– Bueno… y estos son Dani, Álvaro y Marcelo, serán los tres programadores con los que trabajes codo a codo, como un buen equipo – Los empleados le dieron la mano ante la atenta mirada de Fer. Realmente estos tres últimos eran los únicos que trabajaban en aquel lodazal. Las presentaciones anteriores eran todos esos medio jefecillos que se comían el presupuesto del proyecto con sus desproporcionados sueldos. Incluido por supuesto el propio Fer. “Organizadores” y “Analistas pro” que dominaban el excel y el proyect y que sabían hacer perfectamente su trabajo: aparentar estar hasta arriba y ser tope profesionales, y en verdad no dar palo al agua ni tener ni idea de absolutamente nada.
– Dani, Marcelo, ponedle al día, ¿de acuerdo?, tengo ahora asuntos que resolver. – Dijo Fer, el cual se rascó la nariz y salió de escena para perderse en el pasillo que conducía hasta los servicios.
– ¿Qué le sucede? – Preguntó Benjamin algo extrañado por el comportamiento de Fer.
– Se está cagando – Respondió Álvaro.
– Lo hace a todas horas. – Añadió Daniel.
Los tres rieron. Y sin más dilación, comenzaron a explicarle todo el proyecto. Cuando llevaban un rato, Benjamin observó cómo Fer volvió de su visita al baño. Continuaron toda la mañana explicándole a Benjamin la documentación del proyecto, pruebas unitarias, y código fuente, era lo típico de un primer día de trabajo. Mientras tanto Fer, que ya había vuelto de su visita al inodoro, parecía inquieto. Benjamin miraba ya desde su sitio (justo al lado de Marcelo y Álvaro) el curioso comportamiento de su nuevo jefe de proyecto. Fer se mostraba intranquilo: se levantó, giró sobre sí mismo, fue a la ventana, volvió a su sitio, volvió a levantarse, fue hacia el despacho de Mendoza, miró, giró sobre sí mismo, volvió a su sitio, miró su monitor sin llegar a sentarse, se metió descaradamente un dedo en la nariz, volvió a ir a la ventana a mirar al infinito, anduvo hacia delante, hacia atrás, divagó a izquierda y derecha, y por último volvió a su sitio y desde allí clavó sus ojos en Benjamin. Ambos cruzaron la mirada.
Cualquiera que le conociera sabría que Fer estaba nervioso, probablemente dudando de si acudir nuevamente al lavabo.
Al final Fer se levantó y fue al sitio de Benjamin, se sentó de modo “cool” en su escritorio. Marcelo y Álvaro observaban la escena, sabían lo que venía a continuación.
– Estoooo…Ben….te quería comentar….no sé si te lo han dicho…el tema de la jornada de verano – Y Fer mostró una sonrisa falsa de trilero. De esa que intenta distraer, apaciguar, de esas sonrisas viperinas que suelen mostrar los jefes y gerentes intentando amortiguar la hostia que están a punto de soltarte.
– Prefiero que me llamen Benjamin.- La sonrisa de Fer desapareció bruscamente– ¿Qué sucede con la jornada de verano?. En la entrevista me dijeron que eran tres meses….¿de hecho comenzamos ya en breve, no? – Benjamin se puso en lo peor, seguro que en vez de tres meses eran dos o alguna cosa así pensó.
– Sí y no – Trileó Fer -….es decir, eso que te contaron es la jornada de verano, es verdad y es así sin duda…. Pero digamos que por motivos de planificación estructural “off time” del “proyect Mangament Bussines” nos hemos visto, muy a nuestro pesar, obligados a suprimir la jornada de verano para nuestro proyecto.
– A mí no me han dicho nada de eso la semana pasada cuando hice la entrevista. – Benjamin parecía sorprendido y molesto.
– Ni a nosotros…oficialmente claro – Intervino Marcelo. Fer le fulminó con la mirada, una mirada llena de odio que decía “cállate la puta boca, sindicalista de mierda”.
– Es una decisión nueva. – Fer intentó disimular, pero su dedo índice palpó el ala izquierda de su nariz, denotando nerviosismo – No será oficial, ya que es un esfuerzo extra que os pedimos – “Por amor a la empresa claro” añadió mentalmente Benjamin, que ya sabía de qué iba aquel juego.
– ¿Y lo vais a compensar, o se van a recuperar las horas, o nos daréis más vacaciones?.
– Por supuesto, al final del proyecto, os juro, os doy mi palabra, que todos seréis recompensados, os lo prometo por mi honor -Dijo Fer satisfecho. “Al final del proyecto, cuando ya no hagáis falta y os podamos despedir” volvió a pensar Benjamin.
– Dentro de cuatro años – Añadió casi susurrando Daniel que también estaba al lado. Benjamin les miró a todos. Dónde cojones se acababa de meter. Pensó que aquello era una encerrona. Hacía unas semanas en las entrevistas de trabajo le habían pintado aquello de otra manera. Por lo poco que había visto ya sabía que aquello tenía toda la pinta de un Proyecto Peste.
– ¡Cuatro años! – Exclamó Benjamín -Pero….¿daréis más días de vacaciones o algo así por lo menos? – Añadió Benjamin.
– Bueno…en realidad las vacaciones también están restringidas….no más de diez días. – El intestino de Fer se agitó y rugió sonoramente.
– Pero…
– Lamento tener que decirte esto el primer día, pero es mejor que lo sepas. – Interrumpió Fer, el cual se esforzaba por no soltar una fétida ventosidad.
– Ya ya, gracias, pero…
– Disculpa me llaman – Y Fer, como por arte de magia, se esfumó de la escena, nuevamente enfilando el pasillo hacia los baños, simulando una ficticia llamada a su móvil imaginario.
Benjamin se quedó perplejo. Aquello era un agujero de mierda, un manantial de fluidos hediondos, de excrementos y boñigas de estiércol, como los que ya había vivido más de alguna vez en el sector TIC. Incrédulo ante tal percal miró de reojo a sus nuevos compañeros. Los cuales casi al unísono dijeron:
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