La semana estaba siendo un auténtico infierno. La entrega e instalación de la primera fase del proyecto había sido una mierda. Los intereses “íntimos” que tenía por Lorena le llevaban a adornar la instalación mediocre que ella llevó a cabo, pero había cientos de errores y mejoras extras y Fer sabía que aquéllo era un desastre.
Por otra parte, los empleados seguían sin querer acatar la orden de trabajar más horas gratis, de suprimir su jornada de verano (la cual ya se acercaba) y de recortar sus vacaciones estivales, y para colmo, el chico nuevo había resultado ser otro “puto sindicalista” que en apenas unos días también se había unido a esa estúpida tendencia de “no trabajar horas extra gratis”. Y por supuesto, el broche a esta bonita situación: le había llegado a sus odios que Mendoza andaba preguntando por RR.HH salarios y fichas de empleados, por lo que se temía que todo aquel cóctel explosivo acabase detonando en forma de despidos.
Desde la perspectiva de Fer, los despidos y el destino de los trabajadores le importaban tres cojones. Pero claro, sabía perfectamente que sin trabajadores, o cambiando constantemente por otros nuevos contratados, el proyecto no saldría en tiempo, con lo cual, sus comisiones, beneficios e incentivos por entrega se irían al garete, y con ello el piso en la playa que le prometió a su mujer e hijos. “No les puedo fallar” se dijo mentalmente mientras su índice rascaba contra el cartílago de su nariz.
El viernes tenían nueva entrega, y los analistas funcionales y orgánicos: Jorge y Silvio, parecían tener diferencias, se hablaban a voces en medio de la sala. “Mal rollo en el team, veo poco feedback y dudo que así funcione el workflow” pensó, y para colmo de aquella situación, Marcelo era el encargado de implementar el código que estos dos analistas que discutián ya a “grito pelao”. Fer empezó a temer lo peor. No llegaban a la siguiente fase para el viernes, es decir, para mañana. Así que tras tomar un café con Lorena, donde no pudo reprimir miradas insinuantes a su ajustado escote, decidió llamar a los tres a una reunión.
A mediodía del jueves estaban todos sentados en una sala contigua al despacho de Mendoza. Fer creía que el fortasec iba a ser suficiente, pero en cuanto se sentó se dio cuenta de lo equivocado que estaba. Jorge y Silvio se sentaron uno enfrente del otro, y al lado de Jorge se sentó Marcelo. Los cuatro estaban más tensos que los cables del Golden Gate.
Fer se acarició las aletas nasales, como queriendo estirarse la nariz.
– Chicos, hoy es jueves, y mañana tenemos la segunda entrega…decidme por favor que llegamos a tiempo. – Sus intestinos rugieron en modo “fast&furious”.
– Mira Fer, yo no puedo trabajar con este puto inútil – Soltó de improviso Jorge en referencia a Silvio. Elevando bastante su tono de voz, se le veía quemado.
-Pero ¿qué dices? – Silvio parecía descolocado.
-Le indiqué cómo tenía que ser el proceso de carga y no ha hecho nada, es decir, lo ha hecho al revés todo y a medio hacer encima, todo mal, una mierda todo –
–Haberlo hecho tú si tan fácil era –
Aquello era una pelea de idiotas, de egos, de dos tíos que no sabían muy bien qué hacer y que ganaban un pastizal sólo por aparentar dominar la situación. El tono de voz y la crispación de Jorge fueron en aumento.
-Mira Silvio, me suda la polla ésto, y me suda la polla si tengo que mandarte a tomar por culo, me da igual si me despiden o no, estoy hasta los cojones de este proyecto, yo aquí no vengo a hacer amigos y me da igual lo que penseis de mí o si acabo en la puta calle. – Gritó Jorge.
Jorge era de Valencia, y estaba desplazado a Madrid durante un mes para ayudar en este lodazal de proyecto. Eso le estaba haciendo mella, el supuesto mes iba camino de un trimestre. Fer sabía que Jorge estaba deseando volver a su casa, con su familia y a su tierra. También sabía de la poca capacidad de Silvio para la gestión y que Jorge estaba trabajando a disgusto, deseando largarse de allí. Así que miró a Marcelo, el único que realmente podría hacer algo en aquella horrible situación.
-Chicos, calmaos. Hay que remar en la misma dirección. “Fellowship” compañeros, “fellowship”
-Ni remar, ni “fellowship”, ni hostias, esto es una puta mierda- Jorge estaba realmente irritado.
-Tenemos que entregar mañana, así que decidme…¿llegaremos a tiempo para entregar el “stage one”? – Y miró a Marcelo.
-Si me definís qué quereis finalmente y no me lo cambiais más, me redefinís nuevamente qué tiene que hacer el proceso, yo intento tenerlo para mañana. Pero va a estar complicado, rehacerlo todo, configurarlo y probarlo todo nuevamente…no te puedo garantizar nada.
-Perfecto. Tenemos que intentarlo, el proyecto depende de ésto.
Fer le dio plenos poderes a Jorge para que redefiniese a su gusto el funcional antes de que acabase el día, y éste le indicó a Marcelo todo lo que debía reconfigurar, reprogramar y reprobar. Por desgracia, esa misma tarde Jorge volvería a Valencia y no volvería hasta el lunes siguiente, así que todo dependía de la habilidad de Marcelo.
Cuando todos abandonaron la sala, Fer se pudo hurgar tranquilamente la nariz rebuscando hasta donde su anatomía nasal se lo permitía. Y desde allí sentado, haciendo cómo que revisaba papeles, se quedó pensativo.
Detrás de aquella situación, estaba la fase anterior de análisis, donde los analistas, trileros y “jefecillos” no habían hecho su trabajo o lo habían hecho mal, así nos encontramos a escasas horas de la entrega, redefiniendo funcionalidades, estructura y arquitectura, y dándoselo todo bien bonito con un lazo a un chaval que sabe programar y cobra dos duros, confiando en que trabaje horas extra gratis y sea tan máquina de poder tenerlo todo ese trabajo, rápido y preciso. (Y gratis, que no rechiste por horas extra). Ese era el modelo laboral del país, tan poco eficiente como sus integrantes a gran escala.
“Pero oye, yo a lo mío, aquí cada uno que mire por lo suyo y puta el último…yo quiero mis jodidos incentivos” pensó Fer, influenciado por el individualismo que se impulsa desde bien pequeñitos en esta sociedad.
Esa misma tarde a las 17:00h Jorge salió de la oficina hacia Atocha para volver a su casa en Valencia. Venía todos los lunes a Madrid y se iba todos los jueves, los trileros del proyecto estrella le habían dicho (engañado) que sería como mucho colaborar un mes, y ya llevaba dos, camino de tres. Estaba cansado y enfadado. Se marchó sin despedirse de nadie, salvo de Marcelo: “si tienes alguna duda me escribes un correo”.
Así que allí estaba Fer mirando a Marcelo, sintiendo sus tripas removerse empujando hacia el recto el bistec que se había comido hacía unas horas y había pagado con la VISA de empresa. Un proyecto de cientos de miles de euros dependiendo de aquel chaval con tendencias sindicalistas. No debería ser así, deberían haber cuidado la fase de toma de requisitos, análisis orgánico y funcional, documentación, implementación y cambios propuestos por el cliente, pero no, aquéllo había sido un desastre, un puticlub de egos, de reuniones pomposas, power points y mucha charla con palabras tipo “core”, “bussines intelligence”, “Data Ware Pro”, “Cancamusa Enginer” y mucho eslogan corporativo, y al final la cadena que debía haber funcionado no lo había hecho y todo recae en el último eslabón, que no sólo hacía su trabajo, sino que debía acabar haciendo de más y por encima de sus responsabilidades y a ser posible, gratis. Aquello era un verdadero lupanar. Fer sabía que Marcelo no era un “engañao”, y que conocía el mundo laboral tal y como era, lo que le hacía peligroso, y lo que era peor…que no tenía miedo.
Fer no aguantó más, estos pensamientos le ponían nervioso, así que corrió al inodoro. Casi no llegó a tiempo y a punto estuvo de cagarse en sus Calvin Klein de diseño (también pagados con la VISA de ExplotaConsulting).
A la vuelta de los lavabos se cruzó con Marcelo. Le miró sorprendido, salía con el abrigo ya puesto y la bolsa del mugriento tupper en la mano. Fer miró rápidamente su reloj, eran las 17:45. ¿Qué estaba pasando? ¿Se iba ya?, ¿Y la entrega?, ¿Y sus incentivos?, ¿Su chalet en la playa?
-¿Ya te vas? ¿Qué tal el proyecto? Tenemos ya las mejoras implementadas espero…- Fer se movió incómodo, volcando el peso de su cuerpo de un pie a otro.
-Pues aún falta alguna cosa, es mucho mucho trabajo y hay que probarlo todo de nuevo. – Se supone que eso de probar lo haría Lorena (que le pagaban por eso), pero visto lo visto ya todo el mundo asumía y sabía que no iba a probar nada (o lo probaría mal), y cada uno se probaba lo suyo mejor para evitar sorpresas.
-¿Y no podrías quedarte algo más hoy para terminarlo todo? – Fer no lo sabía, pero ni quedándose hasta las diez de la noche podría haber estado todo. Era como querer hacer la reforma integral de tu cocina en apenas 3 o 4 horas. Imposible.
-Nos dijiste que no pagáis las horas extra, además tengo cosas que hacer y gratis no me voy a quedar. – Marcelo se saltó el razonamiento lógico de que no daba tiempo aún quedándose, ya sabía que esa explicación no le valía a ningún trilero.
-Os dijimos que al final de proyecto os compensaremos. Si te quedas te garantizo que lo tendremos en cuenta. Te lo juro. -Fer mostró cierto tono de desesperación. Necesitaba el sobre esfuerzo de Marcelo para poder soñar con su chalecito en la playa. Mentiría y vendería a su madre por ello.
-¿Al final de proyecto, en cuatro años?- Marcelo suspiró- ….vamos, que no está nada garantizado y menos por escrito.
-¡Qué manía Marcelo, lo quieres todo por escrito! ¿Cuántas veces tendré que decirte que el mundo no funciona así? – Salvo cuando eran contratos con importantes clientes, o sus contratos de incentivos. Eso sí era papel sagrado, el contrato de un “gorrilla informático” era menos valioso que el papel de fumar. Gracias, reformas laborales.
-Bueno…- Marcelo no quería discutir, quería irse a su casa – Además como te digo, no me puedo quedar más que tengo cosas importantes que hacer.
-¿Y qué cosas importantes tienes que hacer? – Fer se llevó la mano al mentón y lo acaricio.
–Cosas mías – Marcelo levantó las cejas.
-¿Y qué son esas cosas que impiden que te quedes?
-Temas personales.
-Muy bien…muy bien…Tomo nota – Dijo amenazante Fer.
Marcelo le esquivó rápidamente y salió de la oficina. Fer se quedó allí plantado. Tras unos segundos volvió al baño. Aquello iba a ser un puto desastre, un sumidero de mierda mayor que al que se dirigía en aquellos momentos.