“Gracias a la colaboración de Corrfan hoy os traigo una “bonita” historia, un ejemplo más a la lista, de lo muy mal que se trabaja en este sector informático, y sobre todo lo asqueroso que se hace pasar un día tras otro involucrado en este mundo laboral, viendo tanta mierda sin poder hacer nada, con impotencia y asco.
Hoy Corrfan nos hablara de las Moiras y los proyectos peste, desde su particular vista. Nos hablara de como en todos los proyectos peste descubrimos los mismos patrones y un caso particular, el que nos contará hoy.” Texto de Corrfan;
En todos los proyecto peste que he participado siempre acabo por descubrir los mismos patrones, podríamos llamarles las tres brujas o parcas que cortan la fina línea de la vida y hunden a un proyecto. Sí, sí, hablo de Moiras. Pues bien, estas serían las Moiras de un proyecto peste, de un autentico marrón:
- La Moira del tiempo escaso en cada entrega.
- La Moira del grupo de recursos reducido.
- La Moira del personal dudosamente cualificado.
Se levanta el telón y vemos cómo el cliente aprieta desde el minuto cero. Al principio todo el mundo aparentando ser un crack, ofreciéndose, involucrándose, comprometiéndose… pero una persona no puede fingir indefinidamente. Los hábitos naturales de cada uno se acaban viendo tarde o temprano. (El engañao, el loser, el vigilator, milhouse, quality man, el trilero…cada uno se acaba descubriendo y destapando a sí mismo)
Recuerdo aquel proyecto… de los cinco que conformaban el proyecto: 3 analistas orgánicos, por no decir programadores avanzados con cierta responsabilidad de análisis, un analista funcional, por no decir, uno más pero sin picar, no sea que le salga sarpullido (vamos que se rascaba bien las bolas haciendo Excel y documentos Word muy chulos). Y un jefe de proyecto que no hace nada salvo poner la carita al cliente de que todo va de lujo en las reuniones de seguimiento (aparte de acariciarse entre ellos y deshacerse entre halagos mutuos sobre lo buenos gestores que son).
De los tres AO hay uno que, gracias a su fácil trato con el personal privilegiado, ha conseguido entrar en el proyecto por recomendación de un “súper amigo” de otro departamento que hablaría bien de él. Éste fue el primero que se colocó un resorte en su sitio todos los días a las cinco en punto y que lo calibraba minuciosamente todas las semanas. Cuando entraron las prisas en los períodos de entrega y donde había que arrimar el hombro, éste “personaje” no recalibraba el resorte. Los demás compañeros orgánicos (los otros dos) se quedaban siempre unas horas más para poder avanzar lo máximo posible con el desarrollo y así poder llegar. Uno de ellos de hecho se quejó al jefe de proyecto de que no era normal que unos sí y otros no, que aquí o todos arrimaban el hombro o nada. Y para colmo veían que cuando se iba a las 17:00 siempre dejaba algún “brownie” (argot definido por ellos cuando se cometía una cagada sutil pero lo suficientemente gorda como para afectar al desarrollo completo). La queja se escaló al gerente, el cuál alegó que éste miembro había pactado una hora de salida todos los días puesto que vivía muy lejos y que tenía que cuidar de su madre, además de la familia propia que ya tenía.
Por otro lado, el analista no ayudaba demasiado. Además de jactarse de saber mucho y ser un vende motos con el jefe de proyecto, los análisis que debía cumplimentar para que los demás pudieran avanzar se iban retrasando y tardaba semanas en acabarlos (Era un analista superguay muy cool y sofisticado con un máster de esos en rascarse las bolas y pasar marrones a los demás). Esto retrasaba la codificación y muchas veces había que revisarlos y pulirlos ya que no quedaba todo claro el análisis, siempre difuso, con retraso y poco legible. ¿Y quién se comía todo? Acertaste. Los dos AO de siempre.
Con el paso del tiempo estos AO se fueron haciendo piezas clave en el proyecto. El cliente recurría más a ellos. Eran tomados en cuenta en las reuniones antes que el analista. Simplemente, por su trabajo e implicación, simpatizaban más y el cliente podía ver que respondían. Y hasta aquí los pros. Ahora vienen los contras que encontraron estos dos AO; Responsabilidad por encima de su cargo, Más presión y exigencia hacia ellos a la hora de avanzar con las tareas, esperando mas de ellos que de nadie. (Españistan es así, si vales, eres bueno y sabes hacer algo te ponen a currar a destajo, si eres un idiota pelutalante parlanchín y no sabes hacer la “o” con un canuto te ponen de jefe)
Traducción de esta situación laboral para los AO: horas extras gratis y hacer de “jefe” sobre tu propio jefe de forma involuntaria. Imaginémonos qué ambiente. Disputas, malos royos, discusiones, malas caras, ambiente cargado y tirante, malas formas que al principio son ligeras pero cada día se van volviendo más ásperas.
Acabó la primera entrega no sin problemas surgidos tanto interiores como exteriores. Algún “brownie” de última hora y caras coloradas en alguna subida a producción. Lo típico vamos. Al acabar relativamente satisfechos en esta entrega, el gerente concedió a todo el equipo 4 días extras de vacaciones donde no podrían coincidir entre ellos. Justicia a medias ya que unos lo dieron todo, otro se paseó como pepito por su casa y el analista pues… simplemente seguía a pies juntillas allí sin pena ni gloria.
No era de extrañar que algún día sacasen a los que retrasaban el avance del proyecto. Así fue: sacaron al AO “nini” del proyecto llevándolo a un mantenimiento más tranquilo. Poco después sacaron al analista quien era externo. Alardeaba de que en cualquier otro sitio le podrían pagar 40 mil al año. Metió presión a la empresa directa para que le contratasen. En este caso, la justicia salió a escena y la empresa no accedió a contratarle, abriéndole las puertas para que se marchase cuando lo quisiera y así fue. No tardó mucho en irse. De hecho lo hizo cuando más daño podría causar al proyecto, es decir, coincidiendo con la salida del “nini”.
En dichos huecos introdujeron a gente externa (subcontratada) pero eran recursos volátiles. La empresa estaba en fase de reducir plantilla y a quienes se cargaban primero eran a los externos. Y estos, aunque parecían funcionar y aprender rápido el negocio, ya tenían una fecha de expiración anunciada. La carne fresca a veces viene con fecha de caducidad. Así pues rodó mucha gente en el proyecto, manteniendo a aquellos dos AO que sí que funcionaban y quienes llevaban el timón para que el barco no se hundiera.
Hasta que llegó el día de que uno de los AO pieza clave, que era externo, fue llamado por su empresa porque necesitaban sacarle del proyecto, es decir, echarle.
Este AO lo describimos como una persona involucrada y comprometida con el proyecto desde el principio. Venía todos los días desde Villanueva de La Cañada (nos reímos de donde venía el nini, que alegaba siempre un muy lejos pero que a ciencia cierta nunca se supo exactamente de dónde). La hora de entrada era entre las 8 y las 9 pero antes de las 8 de la tarde no solía salir. Eso significaba que echaba de medias dos horas extras gratis al día. Al ser externo, pudo haber pasado las horas a su empresa pero nunca lo hizo. Se las comió de gratis para no querer darle mucho revuelo ni complicar su situación. No protestaba nunca y todo el mundo estuvo muy contento con su trabajo teniendo la ilusión y esperanza de que algún día la empresa residente la contratara directamente. Pero ese día nunca llegó y ahora lo único que tiene es un triste y frío correo de su subcontrata haciéndole “el favor” de avisarle con tres semanas de que abandonará el proyecto.
Nuestra historia se acaba aquí. Una historia que acaba con un final triste. Las empresas se jactan y se les hincha el pecho todas orgullosas de su magnífico plan de carrera. La moraleja nos dice que da igual lo que hagas, lo que te esfuerces, lo que te valore el cliente. Que aunque te dejes la piel, sigues siendo un número, en este caso un externo que no llegó a entrar cuando lo mereció mil veces más que otros como el nini que no daban palo el agua. Uno está despedido, el otro en un mantenimiento tranquilo y estable.
“Hasta aquí el texto de Corrfan, un claro ejemplo de un proyecto peste donde toda la responsabilidad cae sobre los desarrolladores, y los jefes son unos ineptos. Un claro ejemplo de lo que yo llamo “la justicia informática” donde los buenos currantes acaban en la mierda, y los listillos acaban viviendo bien y con un despacho acristalado. La gloria para la empresa y la mierda para el currante. Y la lección como dice Corrfan es simple y básica; no curréis gratis, ni os involucréis más de lo que dice vuestro contrato, vuestro cargo y salario, no asumáis mas responsabilidades de las que os pagan. Jamás os recompensarán, jamás os lo agradecerán y el tiempo (y sufrimiento) perdido en ese proyecto no regresa jamás.
Agradecer a Corrfan su colaboración y desearle mejor suerte a partir de ahora, y siempre tendrá abierta la puerta de interestrellado para cualquier denuncia o queja que quiera expresar a través de esta web!!”
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