Calla, curra y ten miedo

Hoy vengo a deleitaros con una nueva y sucia historia más de este mundo laboral. Una de esas historias reales, no ciencia ficción, por mucho que lo parezca, o por mucho que los gobernantes se esfuercen y gasten millones en hacernos creer que vivimos en un país de ensueño, ideal, donde todo funciona a la perfección para todos.

Centrémonos en el tema: imaginad una empresa de servicios, con varios empleados. Tienen sus contratos de ocho a tres. De lunes a viernes. En el mundo idílico de nuestros políticos son contratos buenos y un trabajo donde se respeta al trabajador, donde todo es maravilloso y los trabajados dignos, donde los gerentes no se hacen de oro a base de explotar trabajadores.

Pero no, esto es España (no lo olvidéis) así que a ese grupo de trabajadores se les empieza a presionar, tienen que ir a trabajar un par de fines de semana. Basta decir, que esas horas trabajadas los fines de semana son gratis, no imputables y se las lleva el viento.

Con pocas quejas, los trabajadores agachan la cabeza (y por miedo a reprimendas o perder su trabajo) hacen esas horas regaladas a la empresa. Lo que iba a ser un par de fines de semana, se convierte en habitual. Uno de los empleados, alzó la voz: “oye ya está bien, tenéis que pagarnos las horas”. Los jefes y gerentes se descojonaron. “Pos no nos dice el rojeras que le paguemos las horas extra, será perroflauta, haber estudiado desgraciao”.

Las empresas de este país se mantienen gracias a las horas extra que curramos gratis y eso es una puta realidad hiriente. El chaval tras un año cansado del mamoneo, con las pelotas hinchadas como globos aerostáticos,  decidió denunciar al fin. El resto de compañeros siguió regalando horas, regalando vida a la empresa. Nos ha jodido, así salen rentables las empresas en este país…si no tienen que pagar a los empleados, alcanzan el súmmum del beneficio, el orgasmo del buen capitalista: 100% productividad, y 0% gasto.

Lo dicho, el chico cansado de tanta tontería denunció; contabilizó las horas extra, los días y lo presentó ante el juez. En este caso tuvo la suerte de que para su trabajo debían fichar y pudo acceder a todas esas horas regaladas a su empresa.

La empresa intentó presionarle, le hicieron mobbing y le amenazaron veladamente. Como diría un buen empresario: “les damos de comer y encima nos hacen esto. Luego se quejan de que nos llevamos las fábricas a Bangladesh, esos niños de diez años no se quejan tanto”. ¡Válgame señor!…

En fin, el chico decidió armarse de valor y hacerse un Benjamín Bruno, tomando la decisión de denunciar. El juez, tras un lento proceso, no pudo hacer nada por la empresa. Era evidente que ese trabajador había acumulado varios cientos de horas extra y no habían sido pagadas. Había superado las horas extra legales al año, había incumplido descansos entre jornada y jornada, la empresa había incumplido que las horas extra son sólo voluntarias y no obligatorias…en fin, la empresa no tenía por dónde salvarse por muchos vinos y jamones que enviase al juez. La sentencia fue salomónica: o la empresa pagaba las horas extra (una barbaridad, ya que el convenio de esa empresa dicta que las horas extra se pagan al doble de lo normal -con lo cual era un pastizal-), o le daban las vacaciones que se debían ajustar a esas horas extra trabajadas; si no recuerdo mal: unos seis meses de vacaciones.

La empresa intentó negociar, bajar la cuantía económica y el tiempo de vacaciones alegando gilipolleces como “poca productividad”. ¡Vamos no me jodas!, tienes a toda la plantilla currando gratis los fines de semana y tu empresa tiene “poca productividad”. El empresario del mes vamos, luego fardará en convenciones sobre dirección de mercados y negocio, pero los propietarios y gerentes son tarugos, tarugos de los de antes, de boina y pantalón por el ombligo…solo que ahora se visten con trajes de Armani.

Esta es la historia, ahora voy con alguna que otra reflexión. Lo primero sus compañeros, los cuales siguieron trabajando gratis los fines de semana a pesar de todo ésto. Aún sabiendo que tenían las de ganar si denunciaban. Siguieron como buenos “Padefos” aguantando regalar horas a la empresa. ¿Qué le debe pasar a una persona para actuar así?. Dicen que el miedo paraliza. Y yo creo que la gente vive con miedo, como dijo Galeano, con miedo a todo, incluso a levantar un poco la voz.

Por otro lado, lo de siempre, una empresa que va de superguay, multinacional tope cool, muy importante en su sector y con diversos másteres en cancamusa, resulta que es un zulo lleno hasta el techo de mierda, donde explotan a sus trabajadores. Una empresa que usa las peores técnicas para conseguir tener a la gente con miedo y explotarlos sin muchas dificultades (cosa que las leyes actuales y las que ha ido modificando el gobierno le favorecen).

Ya lo hemos analizado aquí alguna vez. Qué se le pasa por la cabeza a esos trabajadores que se creen clase media o cualquier otra mentira que les han arrojado para no protestar, para tragar con todo ésto. Hoy en día, cualquiera, hasta el dependiente del Zara que cobra 700 euros, va a trabajar vestido y en metro y se cree que es clase media, que no es clase trabajadora. El problema es el concepto de clase obrera, la clase trabajadora no se encuentra a gusto dentro de este término. Alguien cuando piensa en clase obrera piensa en el típico currante, con mono azul, pelo al pecho que fuma como un camionero y piropea a mujeres desde andamios. Esa distancia que nos han puesto de la clase media hace que realmente mucha gente quede desubicada, olvidando algo básico: todos los que trabajamos y dependemos de una nómina sin más (sin incentivos, extras, porcentajes, beneficios, comisiones) somos clase trabajadora. Todos con los mismos intereses, o por lo menos eso debería ser. Tu no eres empresario, accionista, propietario, director, vicepresidente, ejecutivo, broker de NY,  no tienes una herencia, no vienes de buena familia, tu abuelo no era un terrateniente adinerado, no tienes tierras ni fincas ni cortijos, no tienes un familiar que te enchufe, no ostentas cargo público ni rango alguno, simplemente eres un currante más.

Y así tenemos el panorama…

Se juntan empleados sumisos, ignorantes, y/o con miedo. Y jefes garrulos, gerentes zopencos, empresarios déspotas, sin moral, sin ética, sin entrañas. Se juntan además un mercado laboral que parece una peli de terror de Sam Raimi, un mercado creado a base de reformas y decretazos con vistas a favorecer a todos, pero que sólo han favorecido a los de arriba. Es un buen caldo de cultivo para que todo ésto algún día estalle, ¿y para cuándo ese día?…el día que la mayoría ya no tenga nada que perder, el día que todos pierdan el miedo.

 

PD. No seáis como Juan

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