Juego de Tronaos: Benjamin Bruno

Benjamín había tenido un día duro. Después del incidente del taxi, llegó tarde al cliente, y aunque él sabía que no era su culpa (sino de la racanería de Fer), se llevó una buena reprimenda de éstos.

Cuando se puso manos a la obra y comenzó a reinstalar el producto y compilar código se llevó una agradable sorpresa. Lorena no había sino ensuciado todo, scripts sin rollback ni commit, inserts inconsistentes con falta de información, faltaban triggers, no había compilado dependencias, los permisos no estaban asignados adecuadamente. Así que llegó a la conclusión de que sería mejor hacer la instalación desde cero.

Aquello le llevó el resto del día, después de comer, pasó los tests unitarios y comprobó online que todo funcionaba correctamente. Esto de funcionar correctamente en el ámbito laboral TIC tiene varios puntos de vista, un trilero entiende que algo que funciona correctamente está bien al 100%, no sufrirá cambios, mejoras, o que simplemente habrá que actualizar funcionalidades debido a rendimiento, máquinas, red, o el propio paso del tiempo. Un trilero siempre grita “¡dijiste que funcionaba bien, joder!” sin entender más allá de eso (aunque pusiera él mismo un servidor para diez personas por ahorrarse dinero y luego se lo vendiese a una empresa con mil empleados). Un programador sabe perfectamente que cuando algo funciona bien, es probable que aun así genere varias incidencias por una infinidad de diversos motivos. Así que hasta donde creía oportuno, Benjamín dio por cerrada la instalación y volvió a las oficinas. Esta vez pagando un taxi desde el principio. Sin olvidar pedir factura.

Llegó por la tarde a la oficina, y al bajar del taxi se dio cuenta de cuántas ganas de orinar tenía. Con tanto lío no había ido al baño en toda la mañana. Subió corriendo a la planta donde estaban las oficinas de la empresa, y corrió hacia los aseos.

Nada más entrar por la puerta se dio cuenta del terrible hedor a heces que emanaba el servicio, mucho más de lo habitual. Sin más se acercó al inodoro colgado en la pared a hacer lo suyo. Detrás de él, había dos puertas que encerraban otros wc para temas más privados y de mayor envergadura. De uno de ellos salió Álvaro.

Joder, huele peor que nunca esta pocilga tío. – Comentó.
Sí colega, casi salgo pitando a la planta de arriba...huele a mierda que apesta.

Álvaro se acercó un poco y susurró lo más bajo que pudo:

 – Esto tiene la marca de Fer, Fer Style.

Ambos rieron. Álvaro terminó de lavarse las manos y salió del baño “ahora nos cuentas caraculo”, se despidió amigablemente de Benjamín. Éste se quedó pensativo mientras se la sacudía, la verdad es que ese olor no era normal, no parecía humano ni de este mundo, era un tufo que emanaba una fetidez extrema. Un olor que entraba por las fosas nasales y se incrustaba clavado como con piolets en su pituitaria. Nunca había olido algo tan asqueroso.

Se acercó al lavabo y mientras se limpiaba efusivamente las manos, de pronto creyó oír un golpe ligero en el wc que aún estaba cerrado. Levantó la cabeza y miró en el espejo la puerta cerrada, como esperando que se abriese y brotase de allí una montaña de excrementos que justificaran aquel desagradable tufo. ¡Cielos santo! aquello apestaba como si un elefante estreñido hubiese descargado allí hasta la última gota de sus intestinos!.

No le dio más importancia. Terminó de limpiarse y justo cuando iba a salir volvió a sentir un ligero golpe contra la puerta que estaba cerrada. Se quedó quieto…esperó unos segundos y se acercó a la puerta, llevándose una mano a la nariz y boca para evitar absorber el aroma pestilente que irradiaba aquella estancia.

De pronto lo escuchó, como un ligero gruñido, como el de un animal herido.

 – ¿Se encuentra bien? – Dijo dirigiéndose temeroso hacia la puerta del wc.

Aquellas palabras parecieron despertar al animal herido, los gruñidos aumentaron, casi parecían palabras, palabras arrastradas como lastimeros lamentos. Benjamín lo captó, allí había alguien y se encontraba mal.

Dio dos pasos atrás y embistió contra la puerta. Una vez…dos…y a la tercera la puerta cedió y se abrió.

Allí estaba él, Fer. Se encontraba tirado de bruces contra el suelo. Tenía los pantalones y calzoncillos a la altura de los tobillos. Su blanquecino y arrugado trasero estaba salpicado de excrementos, los cuales recorrían sus piernas hasta llegar al inodoro, el cual estaba manchado por todas partes, como si un globo lleno de mierda hubiese explotado allí mismo. Aquello era un auténtico espectáculo grotescamente asqueroso.

A Benjamín se le encogió el estómago y una arcada le sobrevino por sorpresa. Fer parecía estar desmayado, pero intentaba hablar, incluso moverse (parecía una serpiente tullida intentando reptar) cuando entró Benjamín llegó a mover un brazo como pidiendo ayuda. Le costó reaccionar, no es fácil digerir la imagen de un hombre corpulento de cincuenta años, semi desnudo y manchado de mierda de cintura para abajo. De pronto se dio cuenta que ya no percibía el olor, solo aquella dantesca imagen grabándose en sus retinas para más tarde ser fruto de las peores pesadillas de su vida.

Un nuevo gemido de Fer le sacó de su ensimismamiento. Ben salió corriendo, fue hacia la recepción.

– Rápido, llama a una ambulancia, Fer está desmayado en el baño.
¡Cielos santo! Eso explica el hedor que llevo sintiendo hace unas horas.

Los sanitarios tardaron en llegar casi una hora (cosas de los “necesarios” recortes en sanidad pública). Varios jefes y compañeros pasaron al baño, intentando reanimar a Fer hasta que llegó Mendoza a contemplar la escena “instagram” del día.

Me cago en Dios, a ver qué coño le ha pasado al soplapollas de Fer esta vez.

Vocifera Mendoza antes de ver aquella estampa.

¡Cielos santo!, huele a mierda que echa para atrás y….- se quedó mudo al ver a Fer revolcado en el suelo impregnado de excrementos – joder, joder, que venga una puta ambulancia y luego llamad al puto servicio de la limpieza que traigan desinfectantes de tamaño industrial….esto es la puta zona cero…qué asco joder…quiero esto limpio y sin olor a mierda ya mismo!

Mendoza abandonó irritado y asqueado la escena, demostrando una vez más su humanidad y preocupación por sus semejantes. Mientras volvía al sitio se cruzó con Lorena.

– ¿Está bien Fer? – Preguntó preocupada, evidentemente a las mujeres no les dejaron acercarse al lugar y no sabían muy bien qué estaba pasando, ya que los demás por educación, no les habían contando el cirio que estaba montado en los baños.
– Se ha cagado entero y ha debido desmayarse al oler su propia mierda…esto es lo que me faltaba…menudo día…- Mendoza no entendía ni conocía la palabra “tacto”.
– ¿Pero está bien? – Lorena palideció.
– No joder, el baño está hecho una porquería, mierda hasta en el techo! Me va a costar pagar un extra a los de la limpieza! – Contestó irritado Mendoza.
– ¡Digo Fer! ¿Qué tal está él?
– Ah! …Fer..Sí sí, creo que sí, ahora viene la ambulancia. Le ha dado una especie de infarto mientras cagaba o algo así…

Lorena se quedó consternada. Sin Fer allí ella tampoco duraría mucho. Aquel hecho marcó un antes y un después en el proyecto. Fer era muchas cosas, pero no era un hijo de puta sin escrúpulos como demostraba Mendoza, por ejemplo.

Cuando la ambulancia lo sacó del edificio, también arrancó un pedazo de aquel proyecto a la empresa. Aunque fuese un pedazo de mierda, y todos preguntaron lo mismo, unos en alto y otros para sí mismos ¿Quién iba a dirigir ahora aquel tinglado?

 

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