El curioso caso de Benjamin Bruno

Hoy os voy a contar el curioso caso de un ex compañero con el que coincidí ya hace unos años y con el que aún mantengo contacto. Bruno entró en la empresa en la que yo andaba por aquel entonces, y fue a parar a un proyecto peste, el mismo en el que estaba yo.

A las pocas semanas de estar trabajando juntos él ya detectó que aquel era un proyecto peste. Reuniones Gestapos, cinco trileros por cada programador y la etiqueta de proyecto estrella en todo lo relacionado con el proyecto. Al principio intentó no darle importancia, al fin y al cabo él hacia sus horas, trabajaba a tope y  mantenía su trabajo, lo hacía lo mejor que podía, y he de decir que lo hacía bien.

Durante unos meses el proyecto peste estaba aún en su primera fase y aún no arrojaba cantidades de excrementos excesivas a los nuestros rostros. A la llegada de la  primavera todo se empezó a torcer.

Las reuniones Gestapo se recrudecieron, y las medidas para que aquel proyecto de mierda funcionase se fueron recrudeciendo. El primer golpe fue comunicarnos verbalmente en una reunión gestapo que los dos meses de jornada de verano se esfumaban. Tanto Bruno, otros compañeros y yo mismo automáticamente exigimos que aquella decisión no fuese sólo verbal, sino por escrito, indicando la compensación, ya que las horas que no trabajamos en verano eran horas que acumulabamos durante el año (realmente al quitarnos la jornada lo que pedían era trabajar horas extra gratis en verano). La respuesta de los trileros fue que no iban a dar nada por escrito, y que no se podía hacer jornada de verano; “es lo que hay”. La cosa fue a peor, poco después nos comunicaron que las vacaciones de verano no podían exceder más diez días y a ser posible no cogerlas en ciertos tramos de Agosto.

Todo esto mientras las presiones, reuniones, llamadas, prisas,  agobios, cambios funcionales y carga de trabajo iba aumentando cómo la espuma, día a día, más y más. El horario oficial de la empresa era de ocho a cinco y media, y de pronto en medio de todo este infierno, las reuniones oficiales las ponían de seis a ocho de la noche o incluso más tarde. Muchos compañeros tragaban con todo esto, y su horario realmente se alargaba hasta las nueve de la noche o las diez. Sí a las cinco y media te levantabas para irte,  al día siguiente tenías una charla sobre tu falta de compromiso y esfuerzo. Nunca olvidaré las palabras que nos dijo en aquella primavera el director general de la empresa: “Si si, si yo os entiendo, entiendo que ahora las tardes son más largas y claro a las cinco y media esta de puta madre salir y tumbarse al sol o pasear, pero aquí venimos a trabajar y esto es un negocio, aquí se viene hacer dinero”. Aquel maldito bastardo se olvidaba de que a las cinco y media mi acuerdo firmado con el terminaba, aún así presionaba constantemente para que nos quedasemos y trabajasemos gratis para él, para su negocio y para su beneficio particular.

Bruno fue víctima de un curioso caso. Un día le pidieron desplazarse a cliente, y su pregunta fue “¿El taxi lo paga la empresa?”, la respuesta del trilero fue “No, el taxi lo pagas tu si quieres, y vete ya que tienes que llegar allí pronto”. Bruno no cogió un taxi, cogió el transporte público, y cuando llego bastante tarde debido al transporte público y su mala combinación recibió reprimendas. Fue a partir de ahí cuando comenzó su peculiar calvario; Reuniones gestapo Deluxe.

Reuniones con varios jefes y altos directivos de la empresa, amenazando e intimidando, exigiendo que se quedase horas extra gratis durante las tardes, incluyendo a veces findes de semana o instalaciones hasta la una o las dos de la madrugada algún domingo. Pero Bruno cansado de todo y ya acostumbrado a estas reuniones decidió acabar por fin con todo, y un día preparo la grabadora de voz de su móvil y grabó una reunión gestapo, llena de amenazas y atentados contra su dignidad personal. Poco menos quedaba reflejado cómo le exigían cual esclavo que tenía que trabajar horas y horas sin ningún tipo de remuneración.

Cuando los trileros y la empresa vio que no podían doblegar la voluntad férrea de Bruno, y que este no hacía ni una hora extra gratis, entonces decidieron despedirlo. Un despido por no querer trabajar gratis y tragar mierda más allá de lo que le correspondía. Un despido ilegal.

Bruno entonces movió ficha. Denunció a la empresa, tenía una bonita grabación, testigos y la verdad de su lado. La empresa se revolvió, y acabaron llegando casi a juicio. Días antes del juicio la empresa reconoció su malas prácticas y sabiendo que iba a perder llegó a un acuerdo económico con Bruno .

De toda esta historia Bruno sacó su indemnización y su dignidad, y demostró que dentro de este mundo de la informática no hay que tener miedo, hay que luchar, y sobre todo si tienes razón. A veces se produce este curioso caso en el que un trabajador ninguneado por la empresa le da una buena y merecida patada en el culo a  la empresa, yo lo denomine el curioso caso de Benjamin Bruno, y espero sinceramente que no sea el último.

 

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