Estamos en plena crisis por el coronavirus. Un virus que primero parecía muy peligroso cuando andaba por allí por China (bien lejos de nuestra querida patria), y que luego cuando llegó a España se le tachó de “catarro fuertecito” o “gripe de nada”, y que ahora finalmente nos tiene a todos aislados y en cuarentena. ¡Joder con el catarro fuertecito Ana Rosa!. A parte del lío (y manipulación mediática) montado a raíz de este COVID-19, estamos ante una nueva crisis. Un shock.
Y no hablo solo del shock que supone ver calles vacías, hospitales desbordados y gente aislada en sus casas…que no es poco. Todo parece desmoronarse: el sistema sanitario parece a punto de explotar, la economía se hunde y la gente, finalmente concienciada tras mucho cachondeo con la supuesta gripe fuertecita, se cierra por fin en sus casas.
Esta es la foto del país: gente aislada, medidas excepcionales en todo el territorio nacional, sistema sanitario estresado al máximo y una economía hundida, destrozada.
Pero, sinceramente espero que esto mejore, y que el esfuerzo de todos (sobre todo sanitarios) dé resultado, los infectados empiecen a disminuir, la gente se empiece a curar y se avance hasta dar finalmente con la cura. Se están poniendo medios, tarde, muy tarde, pero se están poniendo para algún día volver a la normalidad.
Quiero centrar este post en ese punto en el que ya tengamos controlada la enfermedad y miremos al futuro. En esa fase de: “bueno, ya podemos volver a la normalidad”, o al menos intentarlo.
Aquí es cuando el ejército neoliberal, empezará a reclamar inyecciones monetarias a empresas, bancos, multinacionales, pymes….Todo ello muy bien, estamos de acuerdo. Pero ¿qué pasará con los trabajadores? ¿Les vamos a dar a ellos también “inyecciones” de dinero? ¿O les vamos a olvidar como siempre?.
En anteriores crisis ya se recurrió a esta solución, y el resultado fue desastroso: no se evitó el paro, la pérdida de ahorros, no se recuperó el empleo y mucha gente incluso perdió su vivienda. No se ayudó al trabajador y este acabó pagando el pato.
Nos volverán a vender el discurso liberal de: si metemos pasta a las empresas, bancos y multis nos irá bien a todos. Y por supuesto: que es la única solución a todo el problema, regalar dinero al sistema financiero. Todos sabemos que las empresas usarán este dinero público regalado para su propio y único beneficio, como ha ocurrido en crisis anteriores.
Y pasará lo de siempre: dinero público de todos, fluirá a espuertas a manos privadas para que “activen” la economía. Repito, y pasara lo de siempre, ese dinero regalado lo usarán a su antojo y los trabajadores estaremos más vendidos que nunca, nuevamente a los caprichos empresariales, de la bolsa y la banca. No aprenden. La empresa privada, la banca, la bolsa, las multis, jamás usarán ese dinero para el beneficio de los trabajadores, para su bienestar, para su cuidado. La historia, y las innumerables crisis avalan esto. El trabajador siempre acaba vendido.
Cierto libro, muy recomendable, de la escritora y periodista Naomi Klein,titulado “la doctrina del shock” trata sobre las crisis (shock) que hemos vivido estas últimas décadas. Desde crisis medioambientales y políticas hasta económicas. Y siempre, desde la época del New Deal, se ha actuado de la misma manera. Y siempre, por mucha publicidad y marketing que intentasen maquillar los desastrosos resultados, esta manera de actuar acabó mal para los trabajadores y las clases más bajas. Las medidas con las que se trataban estos “Shocks” siempre eran las mismas: dar pasta (o como diría un economista: inyectar liquidez) a bancos y empresas, desregularizar el mercado (que hagan lo que quieran las multis y empresarios), privatizar servicios sociales, y recortar al máximo el gasto social.
Esta fórmula no vale…bueno, miento. Sí que vale, es muy buena y efectiva para todas esas élites financieras y económicas, pero es un absoluto desastre para los trabajadores y gente de a pie.
Esto viene sucediendo una y otra vez, desde décadas atrás. Con cada crisis.
Tenemos ante nosotros un nuevo Shock del que aún no estoy muy seguro que podamos salir. Lo que sí tengo seguro son las medidas que los lobbys financieros y empresariales intentaran imponer a los gobiernos: regalar dinero público a entes privados.
Espero aún así, que esta vez sea distinto, hay otros caminos. Pero sobre todo deberíamos aprender de errores pasados. Dar tantísima cantidad de dinero público (sin condiciones) a manos privadas, y esperar que el mercado funcione para todos (desde el empresario más cool hasta el reponedor más sudoroso) es, como ya se ha visto, una utopía, un engaño, una estafa.
Entiendo que la gente, tras décadas de vivir en una sociedad de consumo, donde los medios son los altavoces de los lobbys monetarios, no vean otra solución. Muchos tienen el capitalismo incrustado en sus genes. Pero insisto, la solución espero que sea otra, y no la de siempre.
Si Iberia, Repsol o Telefónica, por ejemplo, fueran a la quiebra, el Estado les daría dinero sin comisiones ni condiciones. Al ciudadano de a pie le piden ahorro, previsión ante tiempos difíciles, y ¿qué pasa con estas empresas que generan beneficios millonarios cuando las cosas van bien?, ¿ahora dónde está ese dinero?, ¿acaso ellas no “ahorran” por si tienen que hacer frente a imprevistos?…¡ah, no, clarooooo!, ¡si no hace falta! Y ¿por qué? Pues porque si hay un imprevisto grave, ya intervendrá el Estado. Ahora bien, si el dueño de un bar, o la dueña de una mercería cierra, dudo muchísimo que el Estado corriera a su rescate.
Espero también que la gente después de tanto aislamiento, haga dos cosas: primero, reflexionar sobre todo esto, y darse cuenta que vamos al mismo desenlace de crisis anteriores. Segundo, que tenga ganas de salir a la calle de verdad, y cuando se avecinen estas medidas salga a manifestarse para parar una nueva estafa, un nuevo robo a las arcas de todos, a las arcas públicas.
El dinero público que sea para los trabajadores, para los ciudadanos, los que llenan realmente las arcas del estado…. y las empresas, los bancos, las multis, que recurran a sus cuentas en Suiza, sus cuentas de beneficios y sus propiedades; los grandes empresarios, que vendan sus yates, coches de lujo y mansiones o reduzcan su porcentaje de beneficios este año.
Estaremos ante un momento clave: la brecha entre los que más tienen y los que menos. Veremos a ver si nuevamente esta brecha se alarga, o por primera vez, se hacen las cosas bien y se acorta.